sábado, febrero 23, 2013

Cuento (o) Historia de los mineros del Perú


Se viajaba hacia Perú y las primeras impresiones hacían colorear al mapa mental del país con colores oscuros, a pesar de los esfuerzos conceptuales de las guías de viaje por presentarlos de distintos colores.
Estábamos en clases, en Perú, con una compañera de viaje y otros alumnos, estudiando sobre los métodos de extracción minera desde las alturas. Tema ampliamente interesante para la óptica turística. Antes de que el profesor, de apariencia joven, blanco, flaco, de cabellos color castaño y algo de entradas, comenzara su descripción del método minero, mi mente inventa una ficción acerca de lo que los mineros hacen. Son imágenes abiertamente oníricas y tomadas como desde un helicóptero orgánico. Consistían en lo siguiente.
Los mineros están prontos a almorzar, y hay un pan sobre una rejilla con brasas al cual están calentando y que pronto van a compartir. El pan se dividirá en seis partes pero todos ellos, y yo presenciando ese momento, sabemos que cualquiera de nosotros podría comerse ese sándwich entero, más por lo rico que se ve que por su tamaño. Cerca de este momento de almuerzo, hay en el piso de la montaña unos paralelepípedos de gas congelado, lo que les da el aspecto de hielo. Sobre ellos se arrastran otros cubos transparentes, en donde se extrae de la montaña el gas congelado y se lanza en un trampolín hacia abajo, habiendo por allá un sector peligroso con lava a plena vista. Esta compresión de los cubos de gas, el pan expectante, y algo intermedio, como si fuera un insecto que vuelve cómica la relación entre los objetos grandes y pequeños, ha hecho que en la sala de clases, volviera a esa realidad con unas abiertas risotadas fuertes y breves. Pude haber ofendido la clase del maestro, pero en vez de llamarme la atención por no haber estado concentrado, le transmito sin palabras esa sensación paradojal que presencié en mi ensoñación, y como si me entendiera perfectamente, cambia la actividad que iba a hacer, y nos pide a todos los alumnos y a mi compañera, toda una modelo con una enorme mochila, que redactemos lo que nos podamos imaginar del método de extracción minero. Escribo esta historia que les he contado y recuerdo algunas cosas más: mi gorro se cae de las alturas y cae sobre una manga de un polerón blanco que comienza a hundirse entre la lava inferior, y me encuentro después volviendo en un pequeño auto con indígenas en un lugar que suponemos que pueda ser Chiloé, hay control de policía y la espera nos hace comentar el lugar. 
Concluyo mientras vuelvo a escribir la historia de que un profesor va haciendo su clase sobre la marcha, que es posible rescatar los impulsos que resuelven a la realidad, y que con mi labor imaginativa, he abierto la posibilidad de que otra realidad se libere. Ese impulso, debería funcionar en distintos contextos, por lo que lo presento y comparto por aquí también. 

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