Es curioso notar sobre la cobertura que se le ha hecho al rescate de los 33 mineros atrapados en el norte del país, todo el simbolismo y detenimiento que los distintos actores han tenido que hacer sobre la situación, y que no sólo han tenido que hacer por obligación, sino que han evocado con sus esperanzas y coincidencias a lenguajes superiores, mensajes superiores. Pero la superioridad que están tratando de encontrar es muy distinta a la que el arte de la superioridad colorativa y religiosa ha estado encontrando; ésta superstición ha estado buscando la poesía (literalmente) desde los terrenos más bajos de la existencia. Numerologías forzadas, "quién será el primero y quién será el último", señoras ansiosas de amor y comprensión, himnos nacionales cantados a destajo, banderas de terremoto paseándose en la tragedia: es obvio que el tratamiento con los hechos del presente es muy distinto al que hubieran recreado estos tecnócratas en un pasado. Lo que quiero decir es que los tecnócratas que controlan la inversión de nuestro país están mucho más Zen que hace algunos años atrás, obviamente desde todas sus seriedades mundanas hablando sobre la grandeza del ser humano de rescatar a otro ser humano. Ojalá que la casta política no saque provechos de la gente esperanzada de toda esta historia "de película", ese aprovechamiento predecible me molestaría. Pero por otro lado debería estar tranquilo: el lenguaje poético está picando desde las existencias más inferiores, y eso es un avance, eso se agradece.
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