sábado, octubre 08, 2011

Sobre el libro “Poesía sin fin” (2011) de Alejandro Jodorowsky - Título comentario: “El alumno responsable de la clase”



El alumno recita la tarea en voz alta. Se levanta de su puesto y sostiene sus manos a la altura de su espalda. Sabe que sus compañeros son iguales y distintos a él –unos de ellos no le tienen simpatía, otros lo suelen escuchar sin atención, otros, miran compañeros mientras lee- al parecer, la clase en un futuro deberá incluir sus modestas intervenciones dentro de las planificaciones del profesor. Les presento al alumno que finalmente ha cumplido con las instrucciones designadas.

El alumno habla porque le han enseñado sus mayores, y no se incomoda de exponer su influencia dentro de una generación compleja y resentida, como en la que se encuentra. Sus compañeros no entienden porqué se está martirizando con aquella tarea. Ya es suficiente oír el lenguaje monofónico y predecible de sus adultos para tener además que escuchar a uno de los suyos, hablando de esa manera. El alumno, cumple con las tareas y además las recita tal como se lo han pedido: claro, conciso, esencial, original.

Los profesores no lo evaluarán mal si a veces repite muchas veces ciertas palabras en su redacción: Diamantes, espejo, santo, piedras, arañas, rosas blancas, máscaras, lamer, espejismos, asesino de madres, hogueras, alas, mármol. Lo importante es que el alumno cumple con sus obligaciones y eso hoy suele ser destacable en el progreso de un curso.

Lo que ha dicho lo podría haber dicho cualquiera. Las tareas que dan los maestros son para que todos alcancen los mismos resultados. Pero justamente porque nadie hace la tarea actualmente, este alumno se hace cargo de la dignidad moral de sus compañeros, tal cuidador de rebaños, al cual pertenece temporalmente pero que algún día lo verán desde el lugar de los maestros, entregando tareas, poniendo notas, enseñando a motivar, logrando lo esencial, para que las horas de clase pasen rápido y todos nos podamos ir a nuestras casas, a descansar del cansancio inflingido. El Ser ha sido exigido desde hace mucho tiempo. Fue necesario gritar y callarse en cantidades justas para que nadie en la sala se sintiese aburrido. La finalidad de la enseñanza es atraer enseñadores.

Para los que partan de la base que un poema debe plasmar desconocimientos personales o colectivos, percibirán en la poesía de Jodorowsky una escolar seguridad filosófica en sus escritos, dando la sensación de que el autor no arriesga intimidades para compartirlas al público, y que sólo se limita a exponer matemáticas fórmulas metafóricas heredadas de la rama teórica de la especulación espiritual, asimilándose constantemente unos poemas de otros. La intención de querer convencernos de que es un ser preocupado de la resurrección interior es constante. Luego de este libro, ya no se debería hablar de lo que no se ha solido hablar nunca.

He aquí un poema que sintetiza la mayor parte de los intereses de este libro, donde se pavimenta el paso que debería venir, luego de la influctuante búsqueda de la iluminación interior, valorando la oscuridad como experiencia de ausencia existencial.


Sutra de la santa sombra
Este cuerpo no es un mar de sombras donde naufraga la conciencia,
no es un estallido arcaico aspirando a ser el sol del centro,
no es un espejismo lujurioso engendrado por la sed de ser,
no es un cadáver dando tumbos a través de los siglos,
no es una red de plomo persiguiendo a una virgen ausente,
no es una forma sin sentido esculpida por los innumerables ecos,
no es un árbol del que mil pájaros ciegos declaran ser el rey.

Este cuerpo es la metamorfosis de un gusano de piedra,
generoso como la sangre que mana del pezón materno,
alegre como el rayo que fulgura y luego se desvanece,
es mucho más que su propia percepción.
Bestia ilimitada, águila invisible,
ángel asesino, león que se calcina,
como la tierra no admite propietario,
como el viento es un éxodo eterno,
como el fuego revela la ilusión del alma,
como el agua permite a la sombra encontrar una fugaz unidad.

Si enseñas filosofías perversas en medio de un río,
si con un sombrero blanco te privas de las libertades,
si sumerges la pureza en el lupanar del cementerio,
si con falsa aureola provocas la discordia,
si traicionas al primer ángel que ves en la mañana,
si desarrollas una piedad mortal hacia los seres vivientes,
si castras a los Budas que intentan invadir la California,
si expulsas de los templos a los mercaderes y a los santos,
si continúas incesante negando para siempre el término,
puedes con sus dientes comenzar a devorar el mundo.

Porque esa fluvial impermanencia es la fiel presencia del cuerpo:
sus dichosos sufrimientos que dan substancia a las formas,
su vacuidad, pozo sin fondo que absorbe la suma del sueño,
su impersonalidad que lo hace nodriza de los Yo particulares,
su vejez que es carruaje del Conocimiento, sus enfermedades
que son vestales de esa vida que rechaza toda exactitud.

La impermanencia de la única musa digna de ser escuchada.
El sufrimiento es la gata sensual que los querubes no reservan.
El vacío es el corazón de azúcar que late en cada forma.
La inexistencia del Yo permite la exaltación del egoísmo.
Y la cesación de la Conciencia permite la felicidad del mundo.
La mente en todo momento es el canto de un cisne que agoniza.
Los fenómenos sin existencia son el cruel aroma de la vacuidad.
Entre un sol y una luciérnaga prefiere siempre el insecto luminoso.
Un charco del tamaño de tu pie es más honorable que un lago.

Deberás marchar por los senderos de la histriónica apariencia
buscando los actos promiscuos, hermanos de la aurora y la penumbra.
Dejarás de ser el diamante que impone sus monótonas facetas
al prodigioso hervidero de las sombras.
Sin temor al fango y a la madre, crearás lazos
que dentro del sueño semejarán eternos.
Para llegar a aquello que no está prisionero del ser
acabarás de un tajo con los simulacros de la paz.
Rogarás para que todos los jueces te condenen,
para que tu espíritu se desprenda de los méritos,
para que en tu alma cual pájaros huérfanos aniden los dolores.
Sólo engañándolos podrás comunicar con los dioses que has creado.

Negándote para siempre a despertar exaltarás el incesante flujo
del Sueño.

El Sueño es la disolución de la unidad en un caos donde las apariencias particulares se afirman.
El Sueño es un fracaso bendito que sin jamás trascender fulgura en el fondo de lo irreal.
El Sueño de un incesante encuentro donde los sentidos y sus objetos se amalgaman.
El Sueño es una sagrada indecisión, porque ajenas a la voluntad sus acciones son padecidas.
El Sueño es impaciencia que se opone al deseo de los seres que se piensan extraordinarios.
El Sueño es la inundación fértil de un corazón terco y controlado.

Negándote para siempre a despertar exaltarás el incesante flujo
del Placer.

El Placer de nunca depositar tu confianza en los caprichos de
un Maestro.
El Placer de elevar la percepción sensorial a más altura que la fe.
El Placer de hacerte el sordo cuando amenazan transmitirte conocimientos profundos.
El Placer de entregarte a la siesta en lugar de recorrer los ilusorios caminos del despertar.
El Placer de aplaudir a los que violan los preceptos e invitar a la fiesta mil demonios oprimidos.
El Placer de investigar los caminos de la carne despojándola de la tiranía del espíritu.
El Placer de abandonar la soledad para ir en busca de los conflictos.
El Placer de bendecir los obstáculos y los sucesos nefastos porque son tu reflejo.
El Placer de reconocer que ningún fenómeno es semejante a otro y que la unidad es la más torva de las ilusiones.

Negándote para siempre a despertar exaltarás el incesante flujo de
la Verdad.

Lograr el alejamiento absoluto sin extraer al cuerpo del presente,
ésa es la Verdad.
Plantar nuestros actos como raíces en la vacuidad terrestre,
ésa es la Verdad.
Despojar la imagen de nuestros seres queridos de sus características personales, ésa es la Verdad.
Negarse a producir destruyendo en la memoria la estructura de
cada palabra, ésa es la Verdad.
Cesar de exigir la conciencia a los seres que desean disolverse en
la noche, ésa es la Verdad.
Buscar en cada obra la esencial imperfección, ésa es la Verdad.

Como el verdugo ve a los condenados que ejecuta, como el agua
misteriosa donde nunca se refleje la luna,
como el espejo oval que se exhibe en lugar de un rostro,
como el último eco de los ecos nacidos de la ausencia,
como la espuma de mar que anida en los ojos del ciego,
como los trajes de luz con que se disfraza la sombra,
como la secreta respiración de los cadáveres en la morgue,
como la herida sangrante que van dejando los pájaros en el aire,
como viejos amarrados a sus muebles para que no se los lleven al cementerio,
así debes ver a los seres: la compasión es el veneno de la Conciencia.

No hay mejor amigo que un demonio hambriento
ni nada más sublime que una forma sin contenido.
La esencia de cada cosa es la impureza del espíritu.
Sin disimulación la comunicación es imposible.

Te encerrarás en el castillo blindado de la avaricia para domar tu generosidad.
Recorrerás los innumerables laberintos de la indisciplina para domar tu obediencia.
Te sumergirás en los deslumbrantes océanos de la cólera para domar tu paciencia.
Te entregarás a las banales distracciones para domar el vicio de la meditación.
Todo reconocimiento te incitará a sembrar el desorden.
Cerrarás tu boca ante aquellos que sólo quieren oír.
Haciendo de la muerte tu guía avanzarás dejando huellas tan profundas como abismos.

Sacrifica los pasos que puedan definirte, imprime esas huellas en secreto.
Que tu grito se combine con el de las madres que paren, los pilares
del universo reposan en tu corazón.
Vive tu instante con la pasión de un hijo que asesina a su padre,
la palabra adquiere realidad cuando la dices en el fondo del pantano.
Si quieres encontrarte no permitas que sólo los poetas te contemplen.

Deja de lanzar rugidos de león que pretenden sacar de tu letargo a los dioses dormidos,
deja de creer que sumergido en un lago de paz has eliminado los obstáculos del deseo,
deja de creer que el Todopoderoso realiza milagros a través de tu ilusoria presencia,
deja de creer que tu alma es un cuerno de la abundancia
donde puedes obtener virtudes para darlas a cada ser,
cesa de creer que has dejado de añorar los adornos mundanos, los diplomas, las copas de oro y la encumbrada fama,
así vencerás la tentación de ser santo.

Si dejas de creer que tu corazón es invulnerable como cofre de hierro que guarda un diamante,
si dejas de creer que la muerte es una enfermedad y que el renacimiento es su remedio,
si dejas de creer que no vas ni vienes y que sólo eres una piedra
en el camino,
si dejas de creer que cruzado de piernas e inmóvil tal un cadáver te has convertido en un ser de luz,
si dejas de creer que porque no has estallado en llamas nadie te
puede apagar,
si dejas de creer que porque deshaces las amarras de los otros tú mismo no estás atado,
vencerás la ilusión de la Fe.

Para hablar de la Verdad es preciso que todos tus actos sean falsos.
Para hablar de lo Santo debes vomitar sangre sobre los libros sagrados.
Para hablar de la Vida debes escuchar en tu carne el cantar de los gusanos.
Para hablar de la Poesía debes ponerte de rodillas y lamer las piedras.

Cuando te identifiquen con un nombre, muéstrales tu animal.
Dale dentelladas a quien te invita al análisis.
Niégate a entrar en compañía de filósofos bárbaros en la selva de las proliferaciones conceptuales.
Deja que las palabras huyan de tu vacío como ejércitos de
aterradas hormigas.
Que tus frases sólo sean puentes bajo los que pase el incesante río de las sombras.

Abandona los caminos antiguos por donde fueron a morir tus ancestros, imita al becerro que acaba de nacer.
Abandona el exorcismo que alimenta tus demonios, la repulsión del deseo lo acrecienta.
Abandona la perseverancia y danza con las luciérnagas:
sin pensar en obtener, conviértete en una llamarada.
Abandona la libertad y regresa a tu cuerpo: que su resplandor te indique los senderos que se abren en el cielo.
Abandona toda representación de ti mismo: elimina las máscaras con que has cubierto los objetos del mundo.
Abandona el deseo de ayudar a los otros. Dales la oportunidad de vivir sus propias vidas, no la tuya.
Abandona la tristeza de la impermanencia: la muerte es una ilusión individual. La vida es un triunfo colectivo.

Ama a aquellos que cuando danzan despiden de su cuerpo una
nube de polvo.
Toma la espada de la mano del muerto y húndela en la corona de
los inmortales.
Deja que por tu pecho trepe la fiera y te muerda una oreja vertiendo
su mensaje.
Créate una corona de luz para defender tus huesos de los
destructores del sueño.

La luz oculta a la obscuridad y no lo contrario.
Obscura es la naturaleza esencial del mundo.
El destino de las naves es el fondo del océano.
Así debe la Conciencia sumergirse en el sueño.
Bajo el fuego y sobre el fuego reina la sombra.
Debes rechazar a la luna y resignado avanzar
con las cuencas del pensamiento vacías.

¿Quién te obliga a aceptar que el paraíso secreto
es aquel donde todas las cosas tienen una forma única?
¿Es tu ideal convertirte en el arrogante padre del Padre?
¿Es tu deber crear nombres para que al final se conviertan en dioses?
¿Es tu objeto habitar en el melancólico templo de los ancianos eternos?
¿Quién transformó el hocico de aquel en una boca capaz de pronunciar palabras?

De una fuente lejana, como gigantescos halcones, llegan los pensamientos al cerebro.
De una fuente lejana, como ríos de suntuosa miel, llegan los sentimientos al corazón.
De una fuente lejana, como lentas llamas azucaradas, llegan los deseos al sexo.
De una fuente lejana, como una manada de ávidos cetáceos, llegan las necesidades al cuerpo.

El sabor de la miel calma la voracidad de la lengua, el amor calma
la voracidad del corazón,
el silencio calma la voracidad de la mente, la muerte calma la voracidad del sexo.
Crecer hasta las diez mil direcciones calma la voracidad del cuerpo.
La voracidad de la Conciencia sólo se calma cuando se devora
a sí misma.

Ninguna criatura, ninguna cosa, puede preciarse de ser entera:
es siempre una mitad.
Todo va acompañado de un gemelo misterioso que detenta el
cetro del instante.
¿Hasta cuando has de negar que dentro de tu cuerpo vive una mujer imperecedera?

En su nido formado de palabras, duerme la Virgen de oro.
Cada concepto es un cofre que transporta sus óvulos dorados.
Es así como el pensamiento, torrente que nunca se reposa, viaja
hacia la noche oscura
con la secreta esperanza de transportar el resplandor.
Pero el abismo que es la meta final sin cesar retrocede.

Guardián ciego de un tesoro impalpable, en tu vida no has
encendido más que un solo fuego.
Lo cercano lo ves de lejos, no conoces aquello que está aquí,
cuando se te da siempre crees que te quitan.
A donde quiera que vas arrastras una sombra tan inmóvil como un ladrón crucificado.
Deja que las piedras hablen, ellas son el centro maestro, los dientes que demuelen toda carne.
Para quien sabe escucharlas, cantan en la tierra como un apacible rebaño de rumiantes.
Sin descansar, sin morir, sin enfermarse, sin envejecer, sin padecer la sed ni el hambre ni el deseo,
giran, llenas de savia, en una tranquila danza ofreciendo sus lomos al sol, mientras se convierten en águilas.
Sin embargo tú, por mucho que busques, sólo podrás convertirte
en ti mismo.

Así como el perro que después de huir, atado por el cuello a una
larga cadena,
se ve obligado a volver, encontrando un justo refugio en su caseta
de madera,
el cuerpo regresa a su alma. El ser es hijo de la sombra.

Así como la mosca enloquecida se golpea contra los vidrios de la ventana cerrada,
el pensamiento después de crear tortuosas estructuras cae en el callejón sin salida del origen.
El juicio, para encontrar su fundamento, debe hundirse en lo incorpóreo. El sueño crea a la materia.

Como el salmón que remonta infatigable la corriente, inicia el
regreso a ti mismo.
Como el buitre que devora cadáveres trozados, elimina de tu
espejo el enjambre de conceptos.
Como la gaviota que emerge del agua con un pez en la boca,
descubre tu nuevo ser a cada instante.
Como el can que se sacude expulsando pulgas, elimina los templos
que han edificado sobre tu esqueleto.
Cuando tomes sin quemarte la llave calentada al rojo,
cuando dejes de habitar en el esperma y la palabra,
cuando no hagas diferencia entre el ruido y su eco,
cuando te sientas infinito en el interior de tu cráneo,
cuando seas invisible, inalcanzable, sin nombre ni familia,
sin patria, sin modelo corporal, sin santas escrituras,
regresarás por fin a la matriz de todo lo que existe.

Allí encontrarás la fuerza del alma, esa Virgen de oro
cambiando sin cesar de forma, emanando mil perfumes,
penetrando con dulzura en cada partícula de tu carne.
La llaman “Elefanta real que oculta la luz de su frente
con un velo de ignorancia”. Ten cuidado: no te pertenece.
Lo que tú eres, ella lo es. Lo que ella es, tú no lo eres.
Si intentas poseerla, con tu falsa Conciencia la asesinas.

Desdeñando toda forma, percíbete solamente como espacio.
Ante los acontecimientos acepta que eres el tiempo eterno
que indiferente transcurre. Cero ardiente en la vulva infinita,
celebra que los dioses que inventaste te hayan abandonado.


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